El Mercurio
El mercurio, un elemento que se encuentra en las rocas, el suelo, el agua y el aire, se ha explotado durante miles de años.
A lo largo de la historia, el metal ha servido para una amplia variedad de usos industriales.
Además, durante cientos de años, compuestos que contienen este elemento formaron una buena parte del arsenal médico. El mercurio fue incorporado a pomadas para enfermedades de la piel, catárticos, diuréticos, germicidas e incluso polvos para la dentición.
Antes del descubrimiento de los antibióticos, y aun no siendo eficaz, el mercurio era el tratamiento predilecto contra la sífilis.
Mientras el mercurio es un compuesto muy útil, su potencial tóxico se ha reconocido desde hace siglos. Hace casi 2.000 años Plinio el Viejo reconoció que el mercurio entrañaba un peligro laboral para los mineros españoles.
Como consecuencia de la toxicidad de este metal, sólo se empleaba a los criminales y a los esclavos en las temidas minas de mercurio de Almadén en España. La intoxicación por mercurio fue una de las primeras enfermedades profesionales que se identificaron y que inspiraron las primeras leyes sobre higiene industrial de las que hay constancia.
Toxicidad inorgánica del Mercurio
El mercurio elemental es líquido a temperatura ambiente. El mercurio puede ser ingerido oralmente sin que tenga efectos nocivos, pero su vapor representa un serio peligro industrial. El mercurio metálico líquido puede filtrarse en grietas de superficies tales como suelos, donde se volatiliza de manera invisible.
El contagio en el hogar puede derivarse del mal uso o derramamiento accidental. Al meterse el metal en huecos y grietas, los intentos de limpieza con un aspirador doméstico pueden aumentar la contaminación del hogar.
Una vez inhalado, el vapor de mercurio es disuelto en la sangre y rápidamente transportado al cerebro donde se oxida convirtiéndose en mercurio mercúrico (Hg++). Como esta forma del metal no traspasa fácilmente la barrera hematoencefálica, el mercurio queda retenido dentro del cerebro (Weiss 1983; Clarkson 1988; Aschner y Aschner 1990).
Durante los siglos XVIII y XIX, el síntoma de intoxicación por mercurio inorgánico observado con mayor frecuencia en los adultos era el temblor. Este temblor, llamado hatter’s shakes [los temblores del sombrerero] en el siglo XIX porque muchos trabajadores de la industria de los sombreros de fieltro lo padecían, se contraía primero en los músculos faciales y después se extendía hacia los dedos y las manos.
Mientras la exposición continuaba, los temblores atacaban la lengua, se articulaban mal las palabras y la víctima empezaba a andar de un modo espasmódico y atáxico. Alteraciones cognitivas, como la pérdida de memoria, también se han relacionado con la toxicidad del mercurio (Weiss 1983; Clarkson 1988).
Gracias al conocimiento de la toxicidad del mercurio, se han llevado a cabo importantes esfuerzos para disminuir el contagio laboral, con una reducción consiguiente de los casos de temblores agudos. Sin embargo, pequeños cambios en el funcionamiento del sistema nervioso, tales como insomnio, fatiga, irritabilidad y pérdida del apetito, siguen produciéndose como consecuencia del contagio.
Toxicidad orgánica del mercurio y enfermedad de Minamata
Los compuestos de metilmercurio orgánico fueron sintetizados por primera vez en 1865. Poco después se reconoció que estos compuestos eran poderosos venenos para el sistema nervioso central. No obstan te, el descubrimiento de que compuestos que contienen metilmercurio podían usarse para proteger los cereales contra la invasión de hongos prevaleció sobre las preocupaciones por su posible toxicidad.
Desde los años cuarenta hasta principios de los setenta, los fungicidas de metilmercurio se utilizaron de manera habitual en Norteamérica y Europa, así como en los país en vías de desarrollo. A principios de los setenta, sin embargo, informes de los países en vías de desarrollo sobre graves brotes de intoxicación por metilmercurio entre los agricultores y sus familias hicieron que dejaran de utilizarse estos fungicidas (Bakir y cols. 1973; Clarkson, Amin-Zaki y A1 Tikriti 1976; Amin-Zaki 1982).
Mientras que hace tiempo que se reconoce la toxicidad del metilmercurio, nuestro conocimiento de las consecuencias realmente devastadoras de la exposición a esta sustancia química se remonta a los años cincuenta, a raíz de un brote de intoxicación por metilmercurio en Minamata, un pueblo pescador en la costa de la isla japonesa de Kyushu.
En Minamata se encontraba la fábrica química Chisso que en 1932 empezó la producción de acetaldehído, una sustancia química utilizada en la fabricación de plásticos, fármacos y perfumes, que requiere el uso de mercurio como catalizador. A principios de los años cincuenta, la empresa intensificó la producción, lo cual aumentó el vertido de mercurio en la bahía de Minamata.
El metilmercurio se producía por la metilación de compuestos de mercurio inorgánico llevada a cabo por bacterias metanogénicas presentes en los sedimentos acuáticos; seguidamente era ingerido por los peces de la bahía (Smith y Smith 1975; Harada 1982).
Los primeros indicios de que la presencia de metilmercurio podía estar causando problemas en Minamata se observaron en 1950. La pesca disminuía, el marisco moría y los peces envenenados flotaban en la superficie de la bahía. En 1953, grandes cantidades de pájaros acuáticos dieron muestras de dificultades para volar y los gatos de los pueblos pesqueros empezaron a mostrar síntomas de comportamiento anormal y a morir de repente.
La enfermedad de Minamata, como se ha dado en llamar a la intoxicación por metilmercurio, se identificó en seres humanos en 1956. La enfermedad, al principio llamada «enfermedad extraña», fue documentada por primera vez en una niña de 5 años que padecía síntomas de daños cerebrales agudos: no podía andar, hablaba de modo incoherente y deliraba.
Días después, su hermana menor fue ingresada en el hospital con síntomas parecidos. A medida que avanzaba el año, el número de pacientes con síntomas de la «enfermedad extraña» aumentaba con regularidad.
Al principio, incapaces de relacionar los síntomas con una única fuente, los médicos ofrecieron varios diagnósticos, inclusive encefalitis, alcoholismo, parálisis cerebral y parálisis infantil. Sin embargo, en 1959, un análisis del medio ambiente reveló niveles extraordinariamente altos de metilmercurio en la bahía de Minamata.
Este hallazgo, junto con experimentos que demostraban que el contacto con el metilmercurio producía en los gatos síntomas parecidos a los de la «enfermedad extraña», llevaron a la conclusión de que la causa de la enfermedad era la intoxicación por mercurio (Smith y Smith 1975; Harada 1982).
El consumo de pescado de la bahía de Minamata representaba la principal fuente de exposición al metilmercurio. El pescado y el marisco de la bahía ingerían metilmercurio y después eran consumidos por los pescadores del pueblo y sus familias.
La cantidad de pescado consumida, la duración del consumo y las concentraciones de metilmercurio en el pescado estaban directamente relacionadas con las consecuencias para la salud de los consumidores.
Se ha calculado que el consumo de 100 g diarios de pescado con un contenido de 500 pg/kg de metilmercurio, equivaldría a la ingestión de 50 ptg de metilmercurio, una cantidad considerablemente superior al consumo tolerable máximo de 30 ptg recomendado por el Comité Experto en Aditivos Alimentarios de la Organización para la Alimentación y la Agricultura/ Organización Mundial de la Salud (OAA/OMS) (Inskip y Piotrowski 1985).
Se ha calculado que el consumo de pescado en Japón es de 80 a 90 g diarios y se ha determinado que los pescadores y sus familias de la región de Minamata consumían de dos a cuatro veces más pescado que la familiá japonesa media (Harada 1982).
Mientras que las concentraciones de mercurio en la mayoría de peces marinos y de agua dulce son inferiores a los 100-200 ptg/kg de peso húmedo, se comprobó que las dos especies principales de peces de la bahía de Minamata contenían de 2.600 a 6.600 ptg/kg (Choi 1989). Así, es evidente que el consumo de pescado de la bahía de Minamata podía haber llevado a niveles tóxicos de metilmercurio.
CONSECUENCIAS EN LOS ADULTOS
El sistema nervioso central es el principal blanco de la intoxicación por metilmercurio. La mayoría de los síntomas de la enfermedad están claramente relacionados con daños en el sistema nervioso central:
- Trastornos sensoriales
- Parestesia
- Entumecimiento de los dedos de los pies y de las manos
- Constricción del campo visual
- Problemas auditivos
- Dolor en los miembros
- Trastornos motores
- Debilidad, inestabilidad de las piernas, desfallecimiento
- Modo de andar atáxico
- Temblores
- Adiadococinesia (supresión de la capacidad para realizar movimientos alternativos rápidos)
- Disartria (dificultad de articular, lenguaje cercenado) Otros
- Trastornos mentales (por ejemplo olvidos, irritabilidad)
- Dolores de cabeza
- Aumento de la salivación
- Hiperactividad infantil
- Gingivitis
En los adultos, sobre todo en los afectados con menor gravedad, puede verse una mejoría gradual de la debilidad muscular, la ataxia y la disartria cuando se interrumpe el consumo de metilmercurio.
Sin embargo, los cambios visuales mejoran sólo ligeramente y a la mayoría de los pacientes les queda la vista dañada para siempre.
Los individuos que padecen casos más graves de intoxicación por metilmercurio no se recuperan con el tiempo y quedan física y mentalmente incapacitados del aparato visual.
Nutrientes que pueden ayudar a eliminar el mercurio:
- Vitamina C
- Vitamina E
- Zeolita
- Espirulina
- Clorella
- L-Cisteína
- L-Metionina
- Selenio
- Desmodium
- Cardo Mariano
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Bibliografia y fotos:
- www.saludcasera.com
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- http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1025-55832008000100010&script=sci_arttext
- http://www.ferato.com/wiki/index.php/Intoxicaci%C3%B3n_con_plomo
- http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1025-55832005000100009
- http://www.empowher.com/media/reference/toxicidad-por-metal-su-cerebro-bajo-el-asedio
https://www.lasendantural.com